Difícil decidir coger una de las obras más icónicas de William Shakespeare para darle una vuelta y hacer otra adaptación. Una más. De las posibles, a primera vista lo más fácil sería elegir una comedia de enredos y amor, para conectar más fácilmente con el público, pero hay a quien le gusta la tarea de revisitar las obras más complejas.
Macbeth está en medio de la batalla para defensar el territorio del rey de Escocia cuando se le aparecen dos brujas que le auguran un futuro suculento para el caballero: será rey. Estas palabras envenenan su mente y la de su mujer, que planean conseguir esta predicción lo más pronto posible.
Moreno Bernardi consigue trasladar el alma de la obra de Shakespeare, el mundo onírico y la espiral de sed de poder, la culpa y la paranoia. Un montaje muy potente y atractivo con un reparto espectacular.
Una banda sonora basada en un violín va marcando el paso de los personajes con sus notas y melodías, al mismo tiempo que las voces de los intérpretes van cantando las composiciones musicales especialmente creadas para crear una atmosfera tensa y angustiosa a medida que avanza la trama.
La escenografía sencilla y modulada se transforma en espacio sencillos que hacen de marco blanco para la pintura de los personajes. El reparto es el responsable de ir montando los espacios de expresión de sus personajes. Ocho actores y actrices que comparten escenario casi durante toda la producción, muchas veces apiñados y en grupo para mostrar la intensidad del relato, otras veces separados para dar voz a la soledad del poder y la desesperación.
Los intérpretes muestran una capacidad prodigiosa para moverse y expresar con su cuerpo las palabras que salen por su boca y convocar, así, todo el potencial de la traducción que hace Sadurní Vergés del texto del Bardo. Las brujas susurran los textos de algunos personajes paralelamente en la lengua original, provocando un eco constante que traslada al mundo mágico y onírico donde pertenecen.
Especial mención para el diseño de vestuario de Josep Abril, el color negro y gris oscuro es el tono general de la puesta en escena que queda roto por los rojos vivos e intensos que visten Macbeth y Lady Macbeth, el color que los devora por dentro, y que se ve por fuera, por la sangre vertida con sus acciones. Los modelos utilizados por cada tipo de personaje y los adornos capilares, que denotan los estamentos a los cuales pertenecen dentro del poder, crean un universo propio, elegante y con mucha potencia.
Poco más de dos horas de luchas por el poder y de gestión de la culpabilidad desde un punto de vista que impacta y a veces consigue lo que pretende, avasallar al público, para que sienta la presión que golpea a los personajes.
Es de agradecer que se busquen nuevas formas para textos increíblemente actuales, para hacerlos asequibles y atractivos para todo tipo de público.