Un espectáculo que recoja varias piezas de un autor importante siempre resulta interesante porque implica, necesariamente, solo por la unificación de los textos, una cierta novedad. Se corre el riesgo, sin embargo, de caer en la irregularidad habitual de las estructuras episódicas, en especial, cuando los fragmentos no se concibieron para ser presentados juntos. Esto es, más o menos, lo que le pasa a L’últim acte, una propuesta bienintencionada y con notables interpretaciones que, a pesar de todo, no ha acabado de salir redonda. El montaje es una compilación de los textos humorísticos de Anton Chéjov, rompiendo, en cierto modo, la imagen de realismo dramático del escritor ruso que todos tenemos en la cabeza. La excusa para sostener esta especie de patchwork chejoviano es partir de un actor veterano atrapado de noche en un teatro que recordará algunos de sus más memorables personajes. Francesc Orella encarna con solvencia a este protagonista y eleva, con su fuerza interpretativa, una dramaturgia no del todo bien cohesionada. Por otro lado, las actrices que lo acompañan aportan algunos de los momentos más distendidos, gracias a canciones o algún sketch simpático, pero su presencia no acaba de estar del todo justificada. En resumen, se trata de un juego teatral con algún hallazgo y una base de calidad que, desgraciadamente, no brilla como cabría que esperar.
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