Lolita Flores se define como artista, y razón no le falta. Empezó como cantante, pero el tema de la interpretación siempre ha ido apareciendo a lo largo de su carrera. En el cine, el punto de inflexión fue la película Rencor, pero quizás es en el mundo del teatro donde más ha podido exhibir sus dotes interpretativas durante más tiempo. En el 2005 debutó con Ana en el trópico, que resultó un gran éxito, y después vendrían Don Juan Tenorio, Sofocos y especialmente La plaza del diamante, que significaría un punto y aparte en su carrera y la carta de presentación más importante ante el público catalán. A partir de ahí ha ido alternante comedias donde ella era el reclamo más importante con dramas clásicos, como por ejemplo Fedra o esta Poncia. En los dos últimos casos, la dirección ha sido de Luis Luque.
Poncia quiere ser el retrato ampliado de uno de los personajes más apreciados de La casa de Bernarda Alba. La obra empieza allá donde acaba la otra, con el suicidio de Adela, pero más que una continuación temporal lo que se quiere conseguir es meternos en la cabeza de una mujer que ha sido testigo de una tragedia y que conoce todos los secretos de la casa. Y lo hace a través de flashbacks, monólogos y pequeños diálogos que forman parte de la obra original. Es cierto que se introduce texto nuevo y se amplía la historia de la criada con algunos datos que no teníamos, pero lo que está claro es que cuando resuenan las palabras de Lorca se nota… y mucho. Además, no es solo Poncia la que habla, puesto que a ratos aparecen –como si fueran fantasmas de un tiempo pasado- la misma Bernarda, María Josefa, y otras…
Lolita Flores se mimetiza con Poncia de una manera que hasta ahora no le habíamos visto con ningún otro personaje. La fuerza popular y telúrica de muchos personajes lorquianos encuentran en la actriz el vehículo más adecuado. Flores hace una gran interpretación, llena de matices, y nos regala toda la energía de un personaje que antes que ella han interpretado grandes actrices de todos los rincones del mundo: Antonia Herrero, Mari Carmen Prendes, María Galiana, Julieta Serrano, Florinda Chico, Rosa María Sarda, Joan Plowright, Ane Gabarain, etc.
La puesta en escena es más conceptual que realista, y en base a unas teles colgadas y unos cuántos juegos de luces consigue que pasemos por varios lugares de la mente del personaje. En este sentido, la dirección de Luque también es acertada, consiguiendo que la simplicidad y la abstracción del entorno cree imágenes potentes pero no distraigan de lo que realmente importa: el texto, la palabra y este personaje universal que representa tantas y tantas cosas.