Quien diga que tiene o ha tenido una relación de pareja fácil, miente. Es así. Una relación entre personas es compleja, pero en una pareja los matices marcan cada paso, aunque no lo parezca.
El «nosotros» no puede existir sin un “tu” y un “yo” diferenciados. Esta es la premisa que reflexiona esta obra, con una Emma Arquillué y un Pablo Macho que desprenden cada sentimiento que sienten sus personajes en cada fase de su relación. Nos hace partícipes de sus dudas, sus miedos y preocupaciones y, también de su amor.
El inicio deja un poco descolocada a la espectadora que, con un escenario lleno de flores ve a dos personas, que son pareja, que están de lado como si hablasen con alguien mientras hacen yoga. Esta manera de empezar despierta al público y provoca un interés genuino, no sabes hacia donde irá la historia, pero ya la sientes atractiva. Después nos muestran que están hablando entre ellos por videollamada, ella desde Barcelona y él desde París donde se ha ido a estudiar unos meses.
Así pues, viven una historia de amor a distancia y, como ya se puede intuir, no será nada fácil. Al principio los dos ponen lo mejor de su parte para que funcione, pero no compartir espacio físico les comenzará a pasar factura.
La degradación de la relación y las dudas que van surgiendo se exponen de una manera muy real y auténtica. Las palabras utilizadas en el texto escrito por el propio Macho son la radiografía de una historia real y eso hace que cada reflexión y confesión se nos introduzcan en la mente, el corazón y los recuerdos.
Una escenografía sencilla y eficaz ayuda a no desviar la atención en lo más importante: la comunicación verbal y gestual entre los dos protagonistas. Cada gesto y cada palabra ayudan a conformar esta etapa que nos muestras, y dejan un poso en nuestra cabeza que nos hace reflexionar sobre el amor y las relaciones horas después de salir del teatro.