Ya hace un tiempo que el público de Barcelona vive su particular historia de amor con casi cualquier propuesta que nos llega de América Latina. Es comprensible que los espectadores locales sientan la necesidad de huir del esteticismo impostado, la perfección sin alma y la insustancial sofisticación al que nos ha acostumbrado cierto tipo de teatro catalán. La obra del mejicano Damián Cervantes es una nueva muestra de esta filosofía escénica radicalmente contraria a toda impostura. Creada a partir de Las buenas de Genet, Lo único que necesita una gran actriz es una gran obra y las ganas de triunfar habla de los sueños nacidos desde la marginalidad, de la autenticidad de la pobreza, el amor, el miedo y la violencia. Cada acción de las dos brillantes actrices en su claustrofóbico espacio está tan brutalmente llena de vida que, por bien o por mal, no dejará indiferente a nadie. A su manera, las protagonistas se mantienen ilusionadas dentro de su cotidianidad y esto embellece extraordinariamente su miserable existencia. Excesiva, vehemente, triste, por momentos repugnante, por momentos llena de ternura, contiene un tramo inicial difícil de digerir, así como partes más interesantes que otras; pero, resulta, en conjunto, tan aplastantemente honesta que vale la pena sólo para disfrutar (o sufrir), al menos una vez, la experiencia de verla.
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