La incertidumbre de no saber si conocemos la verdad o nunca la llegaremos a conocer. La necesidad de descubrir si tenemos razón es un aspecto humano ineludible. Es esta curiosidad la que empuja a la búsqueda y a las preguntas incansables.
Impossible se sitúa en una celda donde un fiscal interroga a un hombre por, supuestamente, haber matado a otro hombre tirándolo montaña abajo. No hay pruebas, pero la relación anterior entre los hombres es sospechosa. El texto baila entre las preguntas de la acusación y las reflexiones del acusado cuando se queda solo.
Erri De Luca estructura un texto muy bien trabajado y tramado, en que se va construyendo una relación entre fiscal y detenido poco a poco con solidez y un peso palpante. Sus luchas dialécticas y filosóficas sobre la verdad y la lealtad se van tejiendo mientras atrapan al público dentro de la espiral de la trama, abduciéndolos en la atmosfera que impregna el escenario.
Lluís Soler absorbe la atención de la espectadora desde el primer momento que aparece en escena. Su inmersión en el personaje del acusado es total, hasta tal punto que desaparece tras la expresión de quien tiene muy claro cuál es la lucha real y en quién se puede confiar. Sus monólogos, expresado como cartas al exterior de la cárcel, van elaborando el perfil del personaje y le va otorgando capas y más capas que ayudan a entender su visión. Como su personaje, Soler domina la escena y el diálogo y se va imponiendo a medida que avanza el relato. Delante suyo, Bernat Quintana ofrece un contrario a la altura, que aguanta el tipo y va invistiendo de manera reiterada para conseguir su objetivo. Una obstinación que se vuelve en una verdadera curiosidad por descubrir la realidad.
Una escenografía simple, justa y necesaria, con un montaje audiovisual y sonoro que envuelve el relato, acaban de ajustarse a una historia interesante, que engancha al público y lo deja también, como al fiscal, con la duda. Y la gracia de todo es precisamente que este juego entre verdad y mentira acompaña a la espectadora después que hayan acabado los aplausos.