Como el gato de Schrödinger, somos y a la vez no somos. La mecánica cuántica al servicio de un misterio de enormes proporciones: ¿está todo determinado? El destino, ¿está ya escrito? Parece una forma de hablar, ¿verdad? Una expresión que utilizamos de vez en cuando, sin más pretensiones, cuando los signos de la vida nos indican que algo tenía que pasar. Una excusa, quizás, que nos aparta de la frustración, que nos perdona nuestra incapacidad para hacer que las cosas vayan donde queremos. A Lifespoiler, la determinación del destino es real, inexorable, indecente, dramática …
En el espectáculo, las idas y venidas en el tiempo, y, sobre todo, en las dos dimensiones de la realidad planteada son cautivadoras, vibrantes, ágiles y bien trabajadas. Sitúan al espectador en un camino incierto, en un cruce en la que, se tome el camino que se tome, todo hace pinta de acabar fatal. El inicio pone en juego tu agilidad mental, y en un primer instante es fácil pensar que necesitas rebobinar … Pero haces bien si te dejas llevar, si relajas la mente y la racionalidad que siempre acaba por poner agua al vino. La interpretación del Alba Ribas, la Cintia Ballbé y Sergio Matamala es deliciosa, hábil, en todos sus matices, que son muchos. Y la escenografía completa la excelencia. Nada sobra, nada falta. Bajo la dirección de Marc Angelet y Alejo Levis, cada escena te engancha por la ternura, la angustia, la ironía o la tensión que se esconde. Y es que acaba convirtiéndose en un ejercicio completo. Valía la pena coger la mano de la interpretación, porque el planteamiento no necesita una previa. La experiencia de los personajes ilustra la tesis con claridad. Y hace pensar, y mucho, sobre si somos realmente dueños de nuestra vida.
En resumen, una experiencia teatral fantástica. Bien mirado, con el sello Flyhard Producciones, seguramente el destino ya estaba escrito …