Un homenaje siempre es un terreno de trabajo delicado. Con la mirada puesta en la alabanza del objeto o sujeto en cuestión, normalmente, queda poco espacio para la innovación, el atrevimiento o la voz propia de quien se encargue del proyecto. En este caso, Les noces de Fígaro hacen muy bien su servicio como parte de la merecida conmemoración de los 40 años del Teatre Lliure. La pieza es, en realidad, una reproducción del emblemático montaje original que Fabià Puigserver estrenó en 1989 con gran éxito de público. Dadas las circunstancias, la versión actual dirigida por Lluís Homar, con un nuevo reparto pero misma escenografía y vestuario, cumple sobradamente con su cometido. El espectáculo hace un ejercicio de nostalgia bastante entrañable que para el público más veterano y asiduo a esta sala resultará todo un placer. Sin embargo, se tiene que reconocer que, por el camino, se ha perdido un poco la vida y el espíritu que, por lo que explican, tenía el original en su momento. Con una puesta en escena ágil y eficaz, no consigue, sin embargo, liberarse de cierto encorsetamiento formal. El grupo de actores hace un buen trabajo aunque, quizás, con algo más de libertad creativa, como la que tuvo Puigserver en su momento, el resultado hubiera podido ser espléndido.
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