William Shakespeare describen en “La fiera domada” la historia de un matrimonio en el cual la mujer tiene mal carácter y el marido la trata mal hasta que esta acaba obedeciéndole, hasta que ella acaba cediendo el poder al hombre. Paralelamente, también hay un enredo amoroso con su hermana y dos pretendientes. La obra, que nos deja claro su machismo innato, sirve de base para la nueva producción de Els pirates teatre juntament amb el Grec 2019.
Partiendo del texto original de Shakespeare, Ariadna Pastor adapta la narración y le da un giro claro hacia el feminismo, dejando claro que las “fieras” son indomables. Aunque este planteamiento ya es una muy buena razón para darle una oportunidad, además de su conversión a musical, la verdad es que este giro de intenciones se queda a medio gas. Se ven las ganas de darle la vuelta al mensaje, pero no acaba de hacerlo con la contundencia adecuada y deja una huella desdibujada de revolución y reivindicación.
Este cambio de roles no solo se plantea para la fiera que se intenta domar, sino que también para otro de los personajes, que transforma su aspecto y manera de ser para conseguir el amor de la hermana, una trama que, como la anterior, queda medio cerrada, de manera rápida y sin quedar clara cuál ha sido la intención ni el objetivo a la hora de marcar el camino del personaje.
Pese a esta narración floja en cuanto a intencionalidad, se tiene que decir que la producción en sí es toda una delicia visual y sonora. La puesta en escena está adaptada totalmente a la historia que se quiere explicar y a sus personajes, jugando con las diferentes escenas y creando momentos totalmente hilarantes. De la misma manera, los personajes consiguen captivar al espectador desde la primera canción gracias, especialmente, a los grandes intérpretes que componen la compañía. Voces y actuaciones para disfrutar, sin duda, pero con algunos a destacar especialmente.
Laura Aubert, esta fiera por domar, se impone claramente al resto de sus compañeros encima del escenario. Su presencia llena todo el escenario y nos regala momentos increíbles, no solo con sus diálogos, sino también con su musicalidad. Con una especial devoción se tiene que destacar su número jazzístico con el contrabajo, qué delicia. Mariona Castillo nos demuestra otra vez que los retos vocales para ella no existen y su Lucenzia se nos gana poco a poco a cada palabra que sale de su boca.
De los intérpretes masculinos, a pesar de las grandes voces de Arnau Puig y Ricard Farré, lo cierto es que en toda la representación los ojos no pueden dejar de ver a Jordi Vidal que da vida a un par de personajes bien opuestos, pero con una comicidad impagable. Un trabajo escénico entregado y muy agradecido por los espectadores.
Con todo, un buen divertimento que nos recuerda que, incluso, grandes figuras del teatro como Shakespeare eran machista y que, de tanto en tanto, es necesario ponernos manos a la obra y dar la vuelta a textos increíbles en forma, para adaptarlos a la realidad actual en el fondo.