Un Viejo y una Vieja viven aislados en una casa en ruinas rodeada de agua. Son gente humilde, visiblemente orgullosos con la vida que les ha tocado. Pero hoy todo cambiará, tienen visita. Los invitados [fantasmas, seres de la nada] vienen para conocer la Absoluta Verdad, formulada por el Viejo. Después de esta noche el círculo quedará cerrado, todas las preguntas serán contestadas y la penitencia de la extraña pareja, incomprendida hasta entonces, habrá finalizado.
La trama se desarrolla mientras esperan al orador, encargado de transmitir el sublime mensaje del Viejo. Mientras tanto, conversacions aparentemente insignificantes, pero de una trascendencia valiosa. Ionesco sabía perfectamente lo que se hacía, y la traducción y dirección de esta pieza teatral ha conseguido llegar formidablemente a su altura.
Sensacional actuación de Carles Martínez. Desde el primer momento se introduce en el papel de una manera tan extraordinaria, que te hace creer la existencia de este individuo tan inverosímil. Míriam Alamany también admirable con su papel de mujer que vive y respira por su hombre. Además, la interrelación entre los dos personajes, tanto en los diálogos como en las gesticulaciones, es sorprendente, con una compenetración que da miedo.
La puesta en escena es simplemente espléndida: un escenario lleno de sillas vacías preparadas para los invitados, los seres de la “nada”. Se crea una imagen brutalmente bella y triste a la vez.
Obra imprescindible para ver. Sales del teatro queriendo gritar ante la obviedad con la cual Ionesco ejemplifica la absurdidad humana y la dificultad que tenemos para comprenderla. No os la podéis perder; gracias Ionesco.