Es muy fácil dar por supuestas algunas cosas, pensar que cada uno es feliz con la vida que lleva porque muestra esta cara ante todo el mundo. Pero siempre hay más complejidad detrás de esta faceta, pequeñas historias o momentos que marcan o deciden un camino que no siempre es aquello que resulta mejor.
En Les bàrbares un grupo de amigas se encuentran en un hotel en una ciudad donde pasarán el fin de semana después de la muerta de una de las integrantes del grupo. Esta reunión pasará a ser una autorreflexión sobre la propia vida y como de realizadas se siente. En un momento dado, empezarán a hablar de aquellas cosas que han mantenido ocultas al resto.
Divertido y agudo, rápido con el lenguaje y reflexionando con supuesta ligereza, este texto firmado por Lucía Carballal navega entre la comedia y el drama. A partir de un hecho doloroso y unas verdades escondidas, Carballal consigue entretener al público con unos diálogos naturales y cómicos, sarcásticos e irónicos que le ponen la salsa a una obra que, aunque ya hemos visto otras veces de manera parecida, llega a engrescar a la espectadora y hacerla partícipe.
El montaje es delicioso, bajo la mano de David Selvas la escenografía y la música son elementos fundamentales para narrar este encuentro. Empezar con Yo no soy esa es un cebo que funciona a las mil maravillas, atrapa al público que simplemente con los primeros versos ya acompaña a las protagonistas.
El marco es muy bueno, pero realmente quien atrae a la espectadora son sus intérpretes. Una química excelente y un trabajo increíble lo que hacen todas ellas. Una María Pujalte cínica, divertida y tierna, construye su personaje con tantas aristas como tiene Susi. Es un placer verla sobre el escenario y dominar cada gesto y cada conversación con sus compañeras. Francesca Piñón es un delirio de diversión, su Encarna enamora por su obstinación para llevar a cabo su misión de reunir a las amigas. Es un tándem perfecto con Pujalte y Cristina Plazas, que da vida a Carmen. A ellas, se le suma Berta Gratacós que tiene una voz preciosa y va amenizando los pensamientos e interludios de diálogo con sus canciones (¡música y voz en directo!).
Una obra que pone sobre el escenario una vez más la importancia de comunicarse y compartir penas y alegrías, las inquietudes, los fracasos, los miedos y la felicidad con otros. Y sí, además, se hace con buena música, mucho mejor.