La mayoría de grupos nuevos estrenan a menudo textos de creación propia, pero Les Antonietes nació con la voluntad de adaptar una serie de clásicos de forma moderna y particular. Lo probaron con Shakespeare, con Txèkhov, con Ibsen, con Brückner y con una buen montón de autores americanos en aquel compendio que se estrenó en el último Grec. Ahora vuelven con uno de ellos, el gran Tennessee Williams, y adaptan precisamente una de sus piezas más emblemáticas. La idea de reducir la obra a los cuatro personajes principales ha jugado a favor, y podríamos decir que a pesar de recortes o manipulaciones la esencia del autor y de este magnífico texto restan intactos. Otra cosa es la puesta en escena, que a pesar de que parte de un minimalismo interesante, creo que no acaba de explotar todas sus cartas. Aquella bañera del fondo, símbolo de tantas cosas, podía haber tenido más usos que los que se le acaban dando…
En cuanto a la interpretación, creo que Annabel Castan consigue un trabajo meritorio, sobre todo si tenemos en cuenta que Blanche Dubois es uno de los personajes femeninos más complicados y delicados de la historia del teatro. Stanley Kowalski también es un personaje complejo dentro de su simplicidad -aparte de Brando, lo he visto bien representado en poquísimas ocasiones- y aquí no creo que se haya explorado bien su salvaje psicología, cosa que no ayuda al conjunto. Por otro lado, los movimientos escénicos, sobre todo en momentos de peleas o contacto físico, resultan excesivamente mecánicos y no encajan en la visión naturalista de la historia. Aún así, creo que Les Antonietes han dado un sello propio al espectáculo y han conseguido que se acerque al público actual de una forma nueva. Todo un mérito.