Una de las novedades más saludables de los últimos años para el teatro veraniego de nuestra ciudad ha sido la aparición y consagración de la ya imprescindible compañía Parking Shakespeare. A pesar de que cada montaje tiene detrás un director invitado diferente, lo cierto es que han conseguido encontrar el espíritu lúdico que en las obras del celebérrimo dramaturgo inglés encaja mejor y forjar así su efectivo sello personal. De esta manera, con esta libre adaptación de Las alegres casadas de Windsor que ha hecho Marc Rosich, vuelven a demostrar que Shakespeare, cuando se hace bien, es comercial, accesible, fresco y para todos los públicos. El excelente grupo de actores ya tiene cogido por la mano el tono y las formas con las cuales dar vida al universo del bardo de Stratford y lo lleva a cabo, en esta ocasión, con un ritmo trepidante y una gracia que brilla, quizás, más fuerte que nunca. La dramaturgia de Rosich es valiente y descarada (como tiene que ser) y de este modo es como el montaje consigue, con una aparente facilidad, ser divertido, dinámico, natural y gamberro como pide la ocasión. Hay que destacar, por último, una muy buena elección del vestuario que, además de saber plasmar visualmente la personalidad de la propuesta, resulta toda una declaración de intenciones respecto al divertimento que nos espera.
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