Hay obras que por su dimensión y su calidad acaban convirtiéndose en referentes de una época y también de un determinado tipo de teatro. Lo fueron en su momento Angels in América o Homebody/Kabul, ambas de Tony Kushner, o bien Incendies, de Mouawad. Lehman Trilogy pertenece a esta liga, puesto que a parte de tratarse de un texto enorme, grandioso, también supone una reflexión aguda sobre la historia del capitalismo. O más bien dicho, sobre la historia económica de una gran parte de la sociedad mundial durante todo el siglo XX. Empieza por la llegada del primer Lehman a los Estados Unidos en el siglo XIX, y continúa con toda una descendencia dedicada a los negocios, a la intermediación económica, a la especulación y a todo lo que queramos añadir, económicamente hablando. La obra va desgranando todo un entramado que ayudará a entender como se llega, finalmente, a la crisis del 2008, pero también hay espacio para conocer a los hombres que hay detrás, sus dudas morales y sus vidas familiares.
El año 2016 ya pudimos ver a Barcelona una magnífica versión dirigida por Roberto Romei e interpretada por seis actores catalanes en estado de gracia. Aquella versión se caracterizaba por la austeridad, por la importancia del texto y el trabajo minucioso de los actores, puesto que casi sin vestuario ni atrezzo llegaban a interpretar los más de 120 personajes de la función. Con el montaje que nos llega de Madrid, dirigido por Sergio Peris-Mencheta, estamos prácticamente en el lado opuesto. Seguimos teniendo un cuidadoso trabajo de interpretación y de dirección, pero también un trabajo escenográfico y estético que no se priva de nada. Incluso se añade música en directo y un buen puñado de canciones. No estamos ante un musical, pero sí ante una obra atractiva, vistosa y con un tono que se acerca a momentos a la farsa e incluso al cabaret. Lo más curioso del caso es que el texto se adapta perfectamente, cosa que viene a demostrar que dos puestas en escena antagónicas pueden darnos dos espectáculos igual de excelentes. Eso sí… siempre que el trabajo que hay detrás sea honesto, coherente y arriesgado.