Experiencia imprescindible

Le congrès ne marche pas

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Le congrès ne marche pas → Auditori de Cornellà
20/09/2023 - Teatre Lliure – Gràcia

Los momentos que conforman la historia de la civilización están bastamente documentados. Eso sí, no siempre se explica todo lo que pasó de verdad, se tiene en cuenta solo aquello que los vencedores y los poderosos quieren que quede registrado y se obvian o eliminan hechos o personas que no interesan que estén relacionadas.

En su nueva producción, La Calòrica traslada a la espectadora al Congreso de Viena de 1814, el final del Ancien Régime donde los poderosos se reunieron para repartirse el mundo después de vencer a Napoleón. Pero con tanto ego en la misma ubicación no puede ser todo tan fácil, menos cuando se abandonan a los placeres y la buena vida mientras quien paga es el pueblo. Dos semanas previstas se convierten en meses y… todo se complica.

Una vez más, y bajo el pretexto de un argumento alocado y caótico, esta compañía traslada sobre el escenario un tema que es necesario debatir y ponerle nombre, aunque sea con un reflejo del pasado. Texto ingenioso y artesano, con firma de Joan Yago, donde la absurdidad humana sirve para desgranar un leitmotiv potente y de imperiosa actualidad.

Con el francés como lengua vehicular entre los personajes -y una voz en off en catalán que va poniendo en contexto el caos del escenario- este relato se va haciendo camino en la mente del público que se va adentrando en la historia de manera natural y muy intensa. El interés por la trama y sus protagonistas va en aumento a medida que avanza la narración, de tal manera que poco importa en qué idioma se esté hablando porqué se ha llegado a un pacto táctico de inmersión mutua.

El reparto está espléndido, no hay duda que ha habido un trabajo exhaustivo en la interpretación y, sobre todo, en la dicción. Es impresionante ver la dedicación y entrega de todos los implicados para hablar las diferentes lenguas que salen en el espectáculo con el máximo rigor posible. Es admirable y un placer para el oído.

Nueve intérpretes encima del escenario (más una voz en off) con una sincronía y un encaje perfecto que se traslada en un relato orgánico que se mueve y desarrolla como si no necesitase ningún esfuerzo.

Israel Solà dirige esta producción con mucha habilidad, estructurando todos los elementos en su orden específico. Desde la silla o el vaso que tiene que estar en un sitio concreto, al ritmo con que los diálogos se van sucediendo, los silencios, los movimientos o las pausas -estas tan importantes-.

Como pasó con las anteriores producciones de esta compañía, el público sale con la sensación que ha vivido una experiencia única, que quiere volver a ver lo más pronto posible.

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