Una telaraña malvada

L'aranya

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L’aranya → TNC - Teatre Nacional de Catalunya
13/02/2025 - TNC – Teatre Nacional de Catalunya

Una noche de octubre de 1908, el público del Teatro Romea de Barcelona, aplaudió con entusiasmo el estreno en catalán de L’aranya. Àngel Guimerà lo había escrito dos años antes y se había representado en el teatro Maria Guerrero de Madrid. Ha sido adaptada por Jordi Prat i Coll quien es también su director. Prat i Coll ha situado la escena 60 años más tarde para hacerla más cercana a él y al público aunque Guimerà es atemporal y sus temas, eternos y universales.
La primera escena de una monja de la caridad (las de las alas en la cabeza) cantando “L’àngel hi va entrar per la finestreta, Déu vos guard Maria” nos sitúa en un franquismo todavía vivo con la iglesia invadiendo todos los espacios. Otras canciones que van sonando a lo largo de la pieza (general bum-bum, julivert meu, tres pometes té el pomer) así como la preocupación de uno de los personajes por si dejarían cantar a Serrat en catalán en el festival de Eurovisión, sitúa muy bien el año exacto.
Guimerà era un conocedor de los sentimientos más profundos del alma humana y tenía sensibilidad para defender en sus obras a los más vulnerables (Terra Baixa) a los extraños o forasteros (la Filla del Mar), el amor a pesar de las diferencias (Mar i Cel) y el valor de la mujer (Maria Rosa). En esta obra la mujer, vencida, destrozada y engañada, se rebela y se va sola pero triunfadora, difícil de creer en aquella época a menos que en la adaptación se haya añadido este punto de empoderamiento femenino.
Guimerà supo encontrar un título y una idea muy oportuna para describir todo lo que ocurre. Como la telaraña, es la maldad quien teje una trampa para conseguir un fin, trampa en la que caen la pareja protagonista. La maldad aprovecha celos, engaños, o la obsesión por la procreación (otra Yerma). Todo es útil para conseguir lo que la maldad se propone. La necesidad de tener hijos es el tema central que Guimerà, que no tenía, pone en su obra como una obsesión exagerada.
Es una obra coral donde todos las actrices i actores tienen un papel importante en el desarrollo de la trama y todas y todos están brillantes en su interpretación con algún momento de sobreactuación.
La escenografía y la iluminación de Marc Salicrú es magnífica. Tres escenas que cambian de forma ágil y sin necesidad de entreactos gracias a una caja entera que traslada el interior de la casa hacia el centro del escenario o se retira cuando vuelve el tema a la tienda. Impresionante.
Otra obra de Guimerà por recordar.

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