Un referente para futuras versiones

L'Ànec salvatge

L’Ànec salvatge
17/03/2017

Este no es un Ibsen cualquiera. Se trata de un texto poco representado entre nosotros, que navega entre el realismo y el simbolismo que imperó en la tercera etapa del autor. Es cierto que hay momentos -sobre todo, hacia el final- en que el debate o la tesis se imponen al argumento. También es cierto que el personaje principal es excesivamente abstracto, con un punto de mesiánico, pero sea como fuere el texto es bellísimo y demuestra que el dramaturgo noruego sabía perfectamente como explicar historias y como implicarnos en ellas.

Uno de los principales méritos de Manrique en este montaje, que ya es desde ahora un referente para futuras versiones de la obra, es que sabe muy bien como crear un ambiente que atrapa al espectador, más allá de las situaciones y de las palabras. Su dirección, como ya pasaba en La treva, te tiene todo el rato pendiente; no hay tiempos muertos ni elementos que sobren. El respeto por el texto que tiene entre las manos, el lenguaje casi cinematográfico -el control de lo que ocurre fuera de escena es brutal- y el espléndido trabajo que hace con los actores acaban de hacer el resto. No hay que olvidar que tenemos delante de nosotros un reparto compacto y de un nivel altísimo. Se me hace incluso difícil destacar a alguien, porque creo que todos están en su punto justo, complementándose y ayudándose para sacar adelante un proyecto más complejo de lo que parece. Nada de estridencias ni de divismos. Aquí todo es preciso y delicado… como ese piano sobre la nieve, que por otro lado me ha hecho pensar en el que ya utilizaba Xavier Albertí la temporada pasada en El Professor Bernhardi.

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