Se encienden unos neones, se ilumina un telón brillante –de esos de sala de espectáculos americana-, una voz off nos hace el anuncio… y sí, finalmente aparece Lali Symon, la monologuista que nos hará reír y pensar, que nos soltará un mensaje político o reivindicativo, y que finalmente marchará con la idea de haber cambiado algo en todos nosotros. Symon es independiente, feminista, liberal, alentadora, no tiene hijos ni hijas y, de vez en cuando, se pasea por tinder en busca de relaciones. Symon es un ejemplo para mucha gente, y también un incordio para otros… Pero, ¿quien hay detrás del personaje cuando se acaba la función? Aquí está la verdadera esencia de una obra que quiere mostrarnos la otra cara del show, y a la vez se cuestiona temas como la privacidad del artista, la moda de explicar vivencias propias al público o el papel de los medios de comunicación en todo ello.
Sergi Belbel, autor y director de la pieza, se ha inspirado en las showwomen americanas más que en las cómicas de aquí para confeccionar este traje hecho a medida para Emma Vilarasau. Se nombra a Joan Rivers, a Carol Burnett o a Lily Tomlin, y por el medio se entrevén las costuras de Deborah Vance, el personaje protagonista de la serie Hacks. Pero cuando se echa la vista hacia la parte privada, aquí ya reconocemos a una persona de carne y huesos, a alguien que conocemos… o que podemos ser incluso nosotros mismos. Y como no, aquí aparecen también la madre y la hija, testigos reales de una vida que no es tan idílica ni tan glamourosa.
La obra divierte, emociona y crea con el espectador un diálogo directo que atrapa y seduce. Al final, las tres mujeres de esta familia acaban siendo patrimonio del público por su franqueza, por sus discusiones, por su peculiar forma de cuidarse y de quererse… Un texto muy bien cohesionado que solo a ratos, con las divagaciones de la abuela, está a punto de coger caminos secundarios un poco caprichosos. Pero Belbel sabe mucho de teatro, de recursos narrativos (la cancioncita que se repite, el tema de las cartas), y sobre todo de aquello que el público espera. ¿Quizás a veces hay un poco demasiado de azúcar? Quizás sí, pero nada que empalague en exceso.
Capítulo aparte merecen las tres actrices, capitaneadas por una Vilarasau que vuelca en el espectáculo emociones propias, reales, dado que vivió un proceso similar con su madre. Se trata de una doble interpretación, puesto que Lali Symon tiene dos caras muy diferentes, dos maneras de hacer que dan el contraste necesario a la pieza: su tarea como estrella televisiva y su trabajo como cuidadora de una madre enferma. Por cierto, la madre que crea Mont Plans merece todos los elogios y se lleva también una gran parte de los aplausos finales. Su interpretación arranca risas, pero también más de una lágrima entre el público. Id preparados para todo…