Los horrores inexplicables

La tristeza de los ogros

La tristeza de los ogros
13/02/2018

La adolescencia es una etapa de la vida muy vulnerable, extremadamente frágil y sensible, a pesar de que tenga una apariencia marcada por la rebeldía y el inconformismo. Las noticias sobre adolescentes que han sufrido bulling, abusos de todo tipo o sencillamente que han sido víctimas de las redes sociales son cada vez más numerosas. Fabrice Murgia coge dos casos muy singulares, el de una chica que estuvo ocho años secuestrada y el de un chico alemán que decidió disparar contra sus compañeros de instituto, a pesar de que podría haber escogido entre una retahíla de casos horripilantes e igualmente reales. Con todo esto, el autor aprovecha para hablar de las tristes existencias de estos jóvenes, pero también de la cobardía, de la incomprensión, del aislamiento y, como no, de un pequeño hilo de esperanza. Incluso le queda tiempo para hacer un apunte al caso de las tres niñas de Alcásser y al lamentable espectáculo periodístico que desencadenó.

La dirección, del mismo Murgia, es ágil y provocadora. Desde un buen comienzo juega con el espacio sonoro, los dos habitáculos cerrados donde se confina a los protagonistas y una maestra de ceremonias muy especial que reparte juego, aporta toques de humor y conduce el destino de los personajes. La utilización del vídeo también demuestra una gran inteligencia escénica, y el recurso del micro (con la consecuente deformación de las voces) acaba por crear un tipo de universo ficticio que aporta una cierta distancia a tanto dramatismo. Las interpretaciones de los jóvenes Olivia Delcán, Andrea San Juan y Nacho Sánchez son el otro gran acierto de un espectáculo, que quizás podría haber pulido algo más su dramaturgia, pero que muestra tanta verdad y tanta rabia que lo hacen absolutamente necesario e imprescindible.

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