Hay varias obras de Shakespeare que introducen elementos fantásticos (Macbeth y las brujas, Hamlet y el fantasma) pero hay dos que convierten los monstruos, las hadas y los espíritus en personajes claves de la trama. Una es El sueño de una noche de verano y la otra La tempestad. En esta última, precisamente, fantasía y realidad se unen y se mezclan de forma casi orgánica, consiguiendo que sea el personaje principal (Próspero, duque de Milán) el que controle las fuerzas y se haga con el poder terrenal y casi divino. Un poco como si fuera el autor de la obra, y consecuentemente del destino de todos los personajes.
No recuerdo haber visto demasiadas versiones de La tempestad en los teatros barceloneses. La primera que me viene a la cabeza es la de Nuria Espert, donde la actriz simultaneaba los papeles de Próspero y el espíritu Ariel, y la última sería Vaig ser Pròsper, una curiosa versión sin palabras de Projecte Ingenu. La de Oriol Broggi es una versión totalmente imbuida de la forma de hacer y de entender el teatro que tiene La Perla 29. La sencillez, la naturalidad, la pureza del texto y el minimalismo en las formas funcionan en muchas partes de la obra, pero quizás el terreno de la fantasía necesitaría algo más de descontrol y de locura. Entiendo el planteamiento, y hasta cierto punto acepto este intento de asimilar los dos mundos, el de la realidad y el de los espíritus… Pero tengo la sensación que esta pieza requiere otro tipo de planteamiento, donde el misterio y aquello que es sobrenatural pesen con mucha más fuerza.
Como siempre, Broggi ofrece una dirección de actores muy cuidada. En este sentido, aplaudo la veteranía de Xavier Boada o Ramon Vila, pero también la osadía formal de un Jacob Torres que disfruta como nunca con el personaje de Caliban. De todas formas, esta propuesta tiene un nombre propio muy destacado, el de Lluís Soler. Su interpretación marca toda la pieza y nos ofrece un recital y una auténtica lección de cómo se puede hacer Shakespeare desde la naturalidad, pero sin perder ni fuerza ni magia por el camino.
También como siempre, el envoltorio estético de la propuesta sigue teniendo un gran nivel. Efectiva y simple escenografía, con una iluminación muy interesante de Gina Moliné y un acompañamiento musical que esta vez queda reducido a la guitarra de Marc Serra. Un espectáculo de La Perla que no decepcionará a ninguno de sus seguidores habituales.