Whistleblowers es el término con el que los ingleses denominan a aquellos que revelan, que denuncian o alertan, que ayudan con su información a desenmascarar organizaciones delictivas realmente complejas. Cada país tiene sus casos, pero a nivel mundial está claro que hay tres nombres que destacan por encima de todos: Julian Assange, Chelsea Manning y Eduard Snowden. Esta obra nos habla de todos ellos, y además con sus propias palabras, puesto que todo lo que se nos explica está extraído de declaraciones, entrevistas o grabaciones reales que se obtuvieron de forma poco clara. Según el programa de mano estamos ante teatro documental, a pesar de que para mi gusto creo que lo que se nos muestra está más cerca del teatro testimonial, al estilo de Ruth-Bárcenas o Port Arthur. La idea es llevar al teatro la verdad, la declaración exacta y el testimonio real, a pesar de que a veces esto acaba resultando teatral y otras, como en la que ahora nos ocupa, el resultado queda bien lejos del objetivo. Uno de los hechos que quizás ha perjudicado la propuesta es el de dividir la obra en tres partes y querer tocar demasiadas teclas o demasiados personajes. Por otro lado, el lenguaje a veces críptico y técnico de la conversación acaba haciendo perder el interés. Quizás la parte de Snowden es la que resulta más atractiva, a pesar de que acaba cortándose de forma abrupta y dejando muchas preguntas al aire… cómo en casi todos los episodios. Un proyecto interesante al que le hubiera hecho falta una vuelta más de dramaturgia, puesto que la interpretación y la dirección son bastante correctas…
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