Vivimos conectados constantemente. De hecho, cuando no estamos conectados parece que estamos perdidos, que nos falta algo. Esta dependencia del Smartphone nos conecta a la sociedad en un momento en que como individuos estamos más solos que nunca. En esta era de la información y comunicación globalizada somos, más que nunca, los blancos perfectos para la manipulación, la desinformación y el uso indiscriminado de nuestros pensamientos, nuestras rutinas y nuestras ideas. Y es que es igual que hayamos recibido millares de correos electrónicos dando a conocer las nuevas políticas de privacidad de nuestros datos personales –los cuales hemos cedido, con cierto desconocimiento, para obtener servicios o información-, la verdad es que estamos vendidos. Desde el momento en que hablas de un tema con un amigo y, de repente, en tu muro de Facebook te aparece un anuncio relacionado con aquello que has mencionado y que nunca habías buscado en tu teléfono. A todos nos ha pasado.
Nos venden las grandes compañías de comunicación y los gobiernos del mundo que, para estar seguros, para mantener el estatus de seguridad en la sociedad, hacen falta estos controles, esta invasión de tu privacidad. Y si alguien intenta destapar trapos sucios o utilizar los mismos canales para denunciar delitos flagrantes de los más poderosos, entonces, aquella persona es enemigo del mundo.
Siempre ha habido “traidores” que han destapado corrupciones y delitos de gobiernos y grandes corporaciones. Con la era digital, a estos personajes se les ha dado el nombre de whistleblowers y, de estos, hay tres que han destacado especialmente: Julian Assange, Chelsea Manning y Eduard Snowden. Esta obra rescata diálogos, situaciones y documentos reales del activismo de estas tres personas. El creador de Wikileaks publicó, entre otros, documentos conseguidos por la soldado Chelsea Manning que denunciaban la actuación del gobierno de los Estados Unidos en guerras como la de Afganistán o la de Irak. Snowden, por su lado, era un analizados de la CIA que denunció, a través de periodistas, el programa Prism de la NSA de vigilancia masiva a través de Internet en todo el mundo.
En esta obra, Jorge-Yaman Serrano consigue explicar un tema tan complejo de una manera clara y llana, hilando las tres historias a lo largo del tiempo, al mismo tiempo que contextualiza la importancia de los hechos y propone una reflexión al público que –conocedor o no de estas noticias- sale del espectáculo consciente y advertido de esta realidad y con ganas de informarse más de la sociedad de la información.
El texto es parte fundamental de esta producción, por la dificultad que supone tener al público enganchado al hilo narrativo de una historia como esta. Rubén Atmetllé (Assange), Cristina Gàmiz (Manning) y Jordi Andujar (Snowden), tanto en sus papeles principales, como en los secundarios en el resto de historias, consigue transmitir el carácter de cada uno de los personajes a quién dan vida. Atmetllé es, con diferencia, quien mantiene en alerta al espectador con su gestulidad, su presencia en el escenario, pero, sobre todo, con la pasión que le pone en cada palabra en vida de Assange, su convencimiento en la verdad traspasa diálogos y pantallas. Gàmiz nos hace estremecer en los peores momentos de Manning y nos transmite esperanza en todo su relato. Andujar desparece detrás de Snowden y, como él, nos deja un sentimiento agridulce.
La puesta en escena, sobria, técnica y funcional nos ayuda a comprender el contexto de la historia y los pequeños detalles que se nos pueden escapar de la actualidad.
En conjunto, ua producción que funciona a la perfección, con una historia real y crispante que debería ser explicada en todo el mundo. Yo ya espero con ansias “La revelació 2.0”.