A pesar de conocer el desenlace, tenía muchas ganas de ver esta versión de uno de los argumentos más famosos de Agatha Christie. Ya se sabe, pero, que a veces las ganas juegan en contra… En el programa de mano y en diferentes espacios del teatro lucen los 62 años de este montaje teatral que triunfa en Londres ininterrumpidamente, pero lejos de hacerle un favor creo que los años acaban pesándole a la propuesta. La ingeniería dramática de la pieza ha quedado muy anticuada… y no hablo de las reglas del juego que tiene toda obra de misterio, sino del lenguaje y de la carpintería teatral.
Por otro lado, la propuesta de Victor Conde es excesivamente formal y no acaba de extraer del televisivo y extravagante reparto toda la fuerza que haría falta. Lo deja todo en manos de las palabras y del argumento, que cómo es de esperar en estos casos guarda una serie de ases de gran efecto. Pero a veces no basta con esto. Los espectadores queremos alguna vuelta más; no nos conformamos con el teatro de 1952.
Sea como sea, se tiene que reconocer la gran tarea del Teatro Apolo por un teatro popular y de entretenimiento. Si hace unas semanas hablaba del homenaje al Paralelo y al vodevil catalán que suponía la reestrena de Don Juan Tenorio del Joan Pera, ahora tengo que reconocer la voluntad de recuperar el teatro de crímenes y misterio, una tradición del teatro barcelonés… ahora ya muy olvidada.