Después de Els jocs florals de Canprosa, había una cierta expectación ante la nueva puesta en escena de un clásico del teatro catalán por parte de Jordi Prat i Coll, de nuevo, en el Teatre Nacional. Curiosamente, en La rambla de les floristes nos encontramos una apuesta diferente de lo que, quizás, algunos esperaban pero no por eso menos efectiva e interesante. Con esta adaptación del magnífico texto de Josep Maria de Sagarra, Prat i Coll demuestra que su talento como director es versátil y que su personalidad va más allá del gamberrismo, la mirada paródica de nuestro folclore y las canciones de verbena. En este caso, el montaje apuesta por hacer un emotivo homenaje a las Ramblas y el alma de una Barcelona herida, a través de alegorías poderosas pero también de los personajes que la habitan (o que lo hacían, hace ya tiempo). El espectáculo resulta dinámico y, en ocasiones, conmovedor, y encuentra un bonito equilibrio entre modernidad y respeto por su espíritu original que es menos habitual de lo que parece. La actriz Rosa Boladeras brilla con luz propia con una interpretación de premio, bien rodeada por actores de peso (Jacob Torres, Xavier Ripoll) y la frescura de los más jóvenes y carismáticos Clara Altarriba y David Anguera (que, además, toca deliciosamente el piano en directo), entre otros muchos. En conjunto, el ejercicio es sólido, a pesar de que la conexión entre la parte más metafórica y las escenas con texto no siempre conectan de la forma más perfecta. En todo caso, estamos ante un buen ejemplo de trabajo bien hecho que nos recuerda que para acercar un clásico al presente no es necesario que caricaturizarlo y que el respeto por el original no siempre implica olor a rancio.
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