Ya tenemos aquí una nueva producción de la madrileña Beon Entertainment, que después del éxito de El tiempo entre costuras posiblemente nos visite con más frecuencia. Igual que pasaba en el espectáculo basado en la novela de María Dueñas, o en la todavía aquí inédita El médico, la producción no escatima en nada… aunque a veces se quiera llegar más allá de donde realmente se puede.
En el caso de La historia interminable, el mundo de Fantasia admite todo lo que queráis… y más. No faltan animatronics, trucos de magia, efectos de fuego, agua y luz, trampillas por todo el escenario, efectos de vuelo, toda una gran variedad de cosas que caen en platea, etc. No hay ni un momento de descanso, puesto que visualmente la obra luce y convence. Quizás incluso por encima del aspecto musical, que en algunos casos es excesivamente disperso. Y es que la música de Iván Macías no tiene una línea clara, ni tampoco un género. Se pasea por el estilo Broadway, el pop, la balada melódica y el rock (el más acertado y en el que más se lucen los cantantes), entre muchos otros.
En cuanto a la historia, de todos conocida –ya sea por el libro o por la película-, justo es decir que el aspecto más importante es su mensaje en contra del bullying y a favor de la lectura y de la fantasía. Un mensaje importante que a veces se ve oculto entre tantos efectos, pero que los actores defienden con mucha energía desde el primer momento. De la función que yo vi, destacaría sobre todo la entrega de Noa Cánovas (Bastian), la profesionalidad de Àngel Martínez (Atreyu) y la fuerza vocal de Noemí Gallego (Xayide), Álex Forriols (Gmork) y Elena González (Emperatriz Infantil).