Muchas veces, el lado femenino de la guerra (las mujeres esperando el regreso de sus maridos) resulta más angustiante y triste que, incluso, la misma crudeza del frente militar. Tratado, de hecho, muchas veces anteriormente en teatro, cine y literatura, en el caso de La espera, la protagonista aguarda en su soledad la llegada de noticias de su hombre, miembro de la Resistencia Francesa que ha sido deportado a Alemania. La actriz Padi Padilla demuestra una gran técnica expresiva, física e interpretativa, consiguiendo momentos de gran belleza, aunque, en general, también arrastra cierta frialdad que nos distancia del contenido emocional de la obra. El texto de Marcela Terra apuesta por la poética y, por momentos, incluso suena un poco demasiado literario, a pesar de que no se le puede negar el excelente uso que hace de las palabras para expresar la angustia, la miseria y la desesperación del personaje. Por otra parte, la puesta en escena es correcta pero irregular: toda la gestualidad donde se subraya el significado de las frases dichas en voz alta restan y ensucian más que enriquecen el conjunto; sin embargo, otras de las acciones físicas funcionan muy bien y, además, consiguen crear un ambiente misterioso e insano sutilmente interesante. Lo mejor, sin embargo, a parte del texto, es el concepto escenográfico donde se intercambian suelo y pared (como si estuviéramos viendo el plano psicológico contrapuesto al real) y la conclusión dramática que, a pesar de ser casi arquetípica, contiene una verdad sobrecogedora.
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