Puede parecer un espectáculo cualquiera a simple vista, dependiendo de los prejuicios que tenga cada uno, pero la verdad es que La dona del 600 es una propuesta atípica para nuestra cartelera. La mezcla de comedia y drama donde las emociones de los personajes son el verdadero motor de la historia es muy habitual en el cine actual pero no tanto en el teatro que nos rodea. Las comedias que se programan de forma más habitual son muy histriónicas o buscan ser rompedoras, mientras que los dramas tienden a la densidad, la tragedia o, muy a menudo, al panfletarismo político . En este caso, Pere Riera ha hecho una más que agradable apuesta por la amabilidad, con una premisa sencilla, cuidando con mucho respeto su creación y dotándola de nostalgia y un gran encanto. Lo más destacable, por lo tanto, es este equilibrio tan natural entre la risa y la tristeza que transmite la pieza que, a partir de la reconstrucción de un coche, nos habla de conflictos familiares, sentimentales y del dolor de perder a un ser querido. El reparto completo hace un trabajo magnífico, repleto de naturalidad, carisma y ternura, destacando una pletórica Àngels Gonyalons que nunca dejará de sorprendernos. En definitiva, se trata de un montaje entretenido, que hace un valor de su sencillez y originalidad (el 600 en escena llega a ser un personaje más). Quizás el único reproche que le podríamos hacer es una duración algo larga que, en todo caso, queda compensada por una emotividad muy efectiva y nada lacrimógena.
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