Dirigir una obra de Bertolt Brecht en la actualidad ya implica una dificultad añadida, puesto que el tipo de teatro que hacía el autor alemán está bien lejos de lo que estamos acostumbrados a ver, tanto a nivel estético como ideológico o dramatúrgico. El teatro épico, también llamado teatro dialéctico, se interroga básicamente sobre el orden social y actúa de catalizador político. La bona persona de Sezuan no es ninguna excepción, puesto que cuestiona la bondad del ser humano hasta las últimas consecuencias, consiguiendo unas conclusiones tan deprimentes como realistas. De hecho, es un acierto haber recuperado esta obra en un momento de tanta confusión y polarización como el que vivimos, pero también es verdad que formalmente la propuesta puede resultar demasiado didáctica y el texto -con pasajes contundentes y bellísimos- puede causar un cierto cansancio a un espectador poco habituado.
Oriol Broggi ha optado por una dirección respetuosa, pero con una serie de decisiones que se ajustan más a una dramaturgia actual. También hay que destacar el buen gusto estético, que consigue un espectáculo casi referencial. La escenografía de Josep Iglesias y el mismo Broggi, así como la iluminación, el vestuario y el diseño de video nos dan algunas de las imágenes más bellas que veremos esta temporada en un escenario. Ahora bien, en la parte musical, se han pasado de vueltas… El exceso de momentos musicales -algunos bastante acertados- no ayudan a la obra, como me imagino que era el propósito, sino que ralentizan la pieza y alargan el montaje hasta las tres horas. Totalmente innecesario.
La interpretación de Clara Segura, en el doble papel de Xen Te y su primo Xui Ta, es realmente impecable. La fuerza de la actriz aguanta la pieza de principio a fin, y sus pequeños monólogos demuestran que está en un momento ideal para levantar cualquier personaje que le pongan delante. El resto del reparto también resulta bastante compacto, a pesar de que me gustaría destacar la naturalidad y calidad del mallorquín Toni Gomila, un lujo que tendríamos que ver más a menudo encima de nuestros escenarios.