Toda obra de teatro tiene que tener un significado, un objetivo, un todo que justifique que los espectadores hayan estado dedicándole su atención. A veces, el objetivo principal es desconcertar al público, proponiéndole una aventura arriesgada, diferente, que le haga salir del arquetipo de texto teatral que conocemos.
Bien, pues yo no sé cuál era el objetivo de Karen y, después de verla, tampoco lo tengo claro. La historia nos presenta a un hombre que vuelve a Barcelona más de 10 años después que se produjera un suceso con su hijo que le hizo decidir marcharse del país con él. Vuelve y se pone en contacto con la familia de quien fuera el mejor amigo de su hijo, y parte implicada en el hecho, excusándose de haberse ido, de dejarlos solos. A partir de aquí, conocemos a los personajes y acabamos, como ya nos pensábamos, descubriendo qué pasó hace una década.
Aunque el argumento no es el más original, sí que da la posibilidad de explorar los personajes y su evolución, haciendo un salto temporal hacia atrás cuando nos explican qué pasó realmente. De hecho, esto es lo que se esperaría, pero no es lo que se acaba mostrando. Nos encontramos a unos personajes que, aunque están definidos, quedan demasiado superficiales en el cómputo de la historia. No dejan de ser estereotipos de personas, acciones, reacciones y pensamientos que se pueden predecir desde el inicio de la obra. Algunas tienen un trasfondo interesante como el personaje de Abel (Carles Pulido), que tiene un planteamiento diferente y una evolución clara, pero del cual no se nos explica nada que dé sentido a su situación actual, todo lo sobreentendemos.
Personajes y diálogos forzados van sucediendo a lo largo de la trama, creando un texto que no te acaba de creer. Los más verosímiles son Mario (Pep Planas), Carme (Isa Mateu) y Abel, pero siempre con algunas reservas hacia la formación de su historia y actitud.
Este es el principal tropiezo de esta representación, su texto y su trabajo con los personajes en el escenario. En cambio, hay un gran trabajo en la puesta en escena, la transición temporal, el sonido y el juego de luces y mobiliario. Es una lástima, porque con más claridad en el texto y unos personajes bajo una mirada diferentes sería un espectáculo bastante interesante. Al final, queda como un momento confuso encima del escenario.