Hacía años que Josep Maria Pou tenía en mente llevar a escena una adaptación de Moby Dick pero no ha sido hasta ahora que ha podido llevar a cabo esta aspiración. Adaptada para la ocasión por Juan Cavestany, es evidente que la conocidísima novela de Melville suponía un reto muy difícil y, por este motivo, ha costado tanto que el proyecto se hiciera realidad. Viendo el montaje dirigido Andrés Lima, entendemos que la gesta es casi tan grande como embarcarse a cazar una ballena y, por lo tanto, el hecho de que nadie haya muerto en el intento ya es, en cierto modo, un triunfo. Pocos actores existen de la talla de Pou, capaces de adentrarse en la locura enloquecida de este personaje obsesionado, enfermizo, que expresa con tanta vehemencia su cólera y ser capaces de dar la talla. El único problema de este montaje, en realidad, es que no puede evitar que su contenido deje de ser literatura recitada y, por lo tanto, en muchos momentos, puede llegar a hacerse algo pesado. Esos monólogos internos que sólo suceden en la mente del protagonista son interesantísimos pero no tan teatrales como sería deseable. Por suerte, Lima tiene una gran destreza a la hora de sacar el máximo provecho a los momentos álgidos, jugando con proyecciones y otros efectos que consiguen unos clímax impresionantes. El conjunto vale la pena por Pou, por disfrutar de un texto espléndido y una dirección magnífica, teniendo en cuenta que, cuando se trata de alcanzar un hito tan ambicioso, es difícil obtener un resultado redondo.
¡Enlace copiado!