Existen múltiples ficciones que imaginan cómo serán nuestras vidas en un futuro. Y la gran mayoría acostumbran a fascinarse por los posibles adelantos tecnológicos o presentan escenarios apocalípticos y distópicos. Sin embargo, lo que no resulta tan habitual es una reflexión sobre cómo se deseará, como se gestionarán nuestras relaciones afectivas, como se romperán una y otra vez nuestras ilusiones y nuestras promesas. El Futur es una de estas enriquecedoras excepciones.
Joan Yago, seguramente uno de los dramaturgos más lúcidos de la escena teatral barcelonesa, escribe y dirige esta pieza estructurada en unas seis escenas donde seguimos la trayectoria de una saga familiar al estilo de 100 años de soledad. En orden cronológico rastreamos la llegada a Barcelona de una familia en plena dictadura franquista, vemos crecer a sus hijos en un piso del Eixample y acabamos en un futuro donde sus bisnietos pueden eliminar los recuerdos mientras se desplazan en avión.
Siempre con un corrosivo y crudo tono humorístico y unas interpretaciones notables, cada una de las escenas nos invita a reflexionar sobre algunas de las problemáticas del tiempo futuro: cómo intentamos ir modelando a cualquier precio aquello que hemos proyectado; cómo la expectativa se ve alterada cuando la vida más difícil aparece en escena; cómo las cosas no salen como esperábamos. Y es por eso que, a pesar de la mención especial a la hilarante escena de los cohabitantes, el gag más doloroso es el de las expectativas de una pareja que se acaba de comprar un piso y espera un hijo. Un futuro tan próximo y realista que hace daño.