Cuatro actores y un gran texto

Infàmia

Infàmia
03/02/2016

Infàmia es teatro dentro del teatro, pero también es una obra que habla de la ilusión, de cómo es de fácil perderla o reencontrarla en un momento. Y sin ilusión, ni verdad, ni sinceridad con un mismo… no se puede hacer teatro. Esta es la conclusión de Pere Riera, que a pesar de no ser nueva ni original está envuelta por un texto muy bien escrito, que se ajusta como un guante a los cuatro actores protagonistas. El autor elige muy bien las palabras, dialoga como pocos autores lo hacen en este país y estructura tan bien sus textos que no sabes nunca si falta o sobra nada. Te arrastra con él hasta el final y no te hace perder la atención ni el interés, al igual que pasaba con la emocionante pero tramposa Barcelona. Aquí, en cambio, veo sinceridad por los cuatro costados y pienso que no sólo la veremos en nuestros teatros, sino que es un texto de lucimiento perfectamente exportable. Y si no, tiempo al tiempo…

La dirección es de una delicadeza absoluta y de una gran precisión. Un sonido, una pequeña canción, unas escenas de Hamlet que dialogan con el texto original de Riera y sobre todo una puesta en escena simple, pero llena de detalles y una simbología muy calculada. En este sentido, el vestuario no es casual y momentos como el de Ofelia ahogándose en un espejo son de una extraña y enigmática belleza. Creo que hay mucho amor en el proyecto y muchas vivencias personales escondidas detrás de los personajes y de la historia. No sabremos nunca a quien corresponden, porque seguramente pertenecen a todos aquellos que dedican su vida al noble arte de actuar…

En cuanto a las interpretaciones, creo que vale la pena decir que Anna Moliner ya no es una promesa, sino una actriz que se enfrenta con lo que haga falta y siempre cae de pie. Francesc Ferrer la acompaña muy bien en su papel del actor televisivo sin talento, pero tampoco nos podemos engañar… la función es de Vilarasau y de Boixaderas. Son dos gatos viejos que aprovechan al máximo dos personajes que llegan muy de tanto en tanto… La energía y la ironía de él contrastan con los silencios de ella, que seguramente son lo mejor de la función. Ver a Emma Vilarasau aguantar un monólogo de Hamlet que no la convence -al estilo de alguna profesora del Instituto del Teatro que seguramente imita inconfesablemente- es uno de los pequeños placeres que he tenido últimamente en teatro. Todo un éxito.

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