Dos horas y veinte minutos de espectáculo sin entreacto pueden asustar, pero no os echéis atrás por eso, porque seguro que prácticamente ni respiraréis en toda la función. En la Sala Atrium hacen uno de esos espectáculos que hay que ver, con una puesta en escena sobria y una escenografía sencilla pero fantástica que se convierte en protagonista y acompañante de grandes actuaciones. A destacar Raimon Molins, que ofrece un Hamlet de altura, Clara de Ramon en el papel de Ofelia y Toni Guillemat en la escena del enterrador en una obra que no para de crecer, tanto en las interpretaciones como en la puesta en escena. Y es que si bien cautiva y atrae la atención del espectador desde el primer minuto, hay que decir que las imágenes del final son absolutamente preciosas y demuestran con creces que el teatro de gran formato de Shakespeare tiene su lugar en una sala pequeña , en un formato más íntimo y cercano.
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