Conflictos universales

Gust de cendra

Gust de cendra
24/05/2014

Querer hablar de grandes temas como la religión, la política, las relaciones internacionales, el amor o el sentido de la vida en una obra de teatro es un riesgo que no siempre obtiene buenos resultados. El mérito de Gust de cendra (Gusto a ceniza) de Guillem Clua es, precisamente, el de apuntar alto al mismo tiempo que consigue esquivar cualquier tentación de convertirse en un panfleto inquisidor o la tesis reduccionista de un conflicto muy complejo. Justo lo contrario, con la honestidad más grande y sin pretender llegar más allá de donde llega la historia de sus personajes, el texto parte de lo más sencillo y reconocible para lograr un loable carácter de universalidad. La trama presenta a un matrimonio de turistas neoyorquinos que viajan a Israel para liberarse de sus fantasmas interiores. Allá, conocerán a Tobit, un ex-alcohólico en busca de sus propias respuestas, y dos jóvenes palestinos que encarnan la dura realidad del país. Todos ellos representan deseos ancestrales y problemas milenarios que han acompañado desde siempre a la humanidad. Rodeados de una inquietante escenografía y una música muy bien escogida, Josep Sala dirige un espléndido grupo de actores que resuelve con solvencia cualquier giro del argumento. Sin embargo, quizás por la generación de unas expectativas demasiado altas, el final se presenta de manera un pelín precipitada y, por lo tanto, la conclusión no parece que acabe de conseguir el efecto que pretende. En cualquier caso, el montaje plantea con eficacia y de forma comprensible las grandes preguntas filosóficas, éticas y políticas que no nos transmiten, por ejemplo, los telediarios. Gust de cendra habla de los muros que el ser humano construye: entre territorios, entre personas o entre un mismo y sus propios sentimientos.

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