“Esto es el final”, decía Sandy. “Claro que no, es solo el principio”, le contestaba Danny Zuko. ¡Y cuánta razón tenía!
Creo que sería difícil encontrar a alguien en el mundo, con una básica noción de cine y musicales que no conozco Grease y todo lo que supuso para una generación que comenzó a llegar cazadoras de los T-Birds o las Pink Ladies, que se peinaba al estilo John Travolta o Olivia Newton-John. Aquello que mucha gente no sabe, pero, es que antes de la película de 1978, siete años antes, se había estrenado el musical en Broadway que daría paso a esta famosa obra del séptimo arte.
Jim Jacobs y Warren Casey fueron los creadores de la historia de unos jóvenes en los Estados Unidos de los años 50 que mientras vivían sus últimos días en el instituto, entre arreglar coches y asistir a bailes de final de curso, intentaban ser ellos mismos y gestionaban, como podían, sus relaciones amorosas.
En el 50 aniversario de este gran musical, llega la última versión de SOM Produce al teatro con todo el espíritu que se pueda esperar de una gran producción. Escenografías imposibles e impresionantes que conforman un set increíble para dar cabida a las vivencias de estos jóvenes. Toda la parte estética es un sueño hecho realidad, los decorados, el vestuario, la peluquería, los elementos de contexto firmados por Carmen Márquez, Ricardo Sánchez Cuerda y Ana Llena son todo lo que necesita este musical.
Y en este marco impresionante, un reparto lleno de vida y energía que llena el escenario. Es necesario destacar especialmente a Isabel Pera (Rizzo), Marc Ribalta (Kenckie) y Carlos Solano (Vince Fontaine) que pisan el escenario con una presencia magnífica y viven sus personajes hasta las últimas consecuencias, conectando con un público entregado a las canciones y la música.
Los números musicales y les coreografías de Toni Espinosa son una parte imprescindible de cualquier producción de estas características y hace falta decir que en esta ocasión son merecedoras de todos los aplausos de la platea. Una de las escenas más memorables es la del baile del instituto, que hace disfrutar lo más al público.
Aunque con algunos altos y bajos, y algunos aspectos mejorables, es un musical agradecido de ver, que hacer pasar un buen rato y que, sin poderlo evitar, hará que la banda sonora quede en la cabeza de las espectadoras durante días y días. Solo por eso, ya vale la pena.