La desesperación provoca que algunas personas no vean un futuro o una solución a sus problemas. La espiral de desgracias cuando empieza parece que no acaba y, a veces, solo se ve un final. No siempre es el esperado o deseado.
En el escenario de Gran Canyon se encuentran seis personas con diferentes historias, pero con un futuro incierto o, más bien, negro y sin salvación. Es una noche de verano en un pueblo, una prostituta presencia un accidente al mismo tiempo que saluda a una joven cantante de rap que tendrá problemas con la justicia. Sus padres, que se ganan la vida como pueden, aunque no ven un futuro feliz harán lo posible por lidiar con sus decepciones de la vida y ayudarla. A su lado, el propietario de un bar que sobrevive y un joven sin muchas luces que no sabe cómo relacionarse y tiene ataques violentos.
En el texto de Sergi Pompermayer se mezclan diferentes historias, pero todas tienen en común que no ven esperanza n el futuro inmediato. Los personajes se conforman con la vida que tienen e intentan pasar día a día, a excepción de la joven cantante a quien aún le queda la ilusión y el idealismo de la juventud. El relato tiene un ritmo perfecto, hace un uso del lenguaje llano y acertado para cada personaje que hace tocar su realidad y, también, sus miserias.
El escenario está segmentado de manera muy sencilla y eficaz para acoger tres ubicaciones diferentes para cada escena, con pocos elementos Pere Arquillué consigue exponer la historia de manera sobria y auténtica. Ayuda, por descontado, la interpretación magnífica de Joan Carreras que da vida a Pere, el padre de familia y músico frustrado. El actor se despoja de su yo para entregarse a la desesperación y tristeza del personaje, se puede ver en sus movimientos y en su manera de escupir cada palabra que hiere, cada lamento y cada disculpa hacia las personas que quiere. Mireia Aixalà, como Àngela, la mujer, se acopla de manera instantánea al diálogo de reproches y miedos que comparten los dos. Por otro lado, Guillem Balart, amigo y compañero de trabajo de Pere, consigue el rechazo frontal del público tal y como se espera de su personaje, haciendo real cada interacción que comparten.
La obra es una mirada a unos personajes desgraciados y miserables sin aparente futuro que sobreviven, y esta exposición de una realidad no siempre observada es interesantes e hipnótica. Si es cierto que, en un episodio de la historia, hacia el final, hay un momento onírico que crea expectativas para un final atronador y esto no se produce, pero el viaje continúa siendo atrayente y agradecido.