¿Qué es real y qué no? ¿Cómo nacen los mitos? ¿Las leyendas son reales o son simples invenciones que se construyen para enmascarar intenciones y objetivos que van más allá de pequeños relatos socialmente adaptados? La mayoría de veces a estas preguntas no tienen o no se les busca respuesta, porque no es necesario. Todas estas historias sin origen definido han calado en el imaginario colectivo y se han transformado en un punto de partida para creencias innegables para todo el mundo (o para la mayoría).
Dividida en tres segmentos, esta obra se adentra en una reunión de un grupo de activistas, otro de guionistas y un último que forma parte de un gobierno a la sombra. Aún y la diferencia entre estas tres reuniones, las discusiones y conversaciones que se producen dentro de estas giran entorno a la misma idea: qué o quién es George Kaplan.
Con un texto original, auténtico y divertido, de Frédéric Sonntag, la producción de la Bella Otero plantea muchas reflexiones que van más allá de la simple trama de la obra. Aporta una perspectiva nueva al día a día de cualquier personal y a los inputs informativos que llegan a la población con claras intenciones de manipular y crear un relato que se adecuen a los intereses de aquellos que ostentan el poder. Un rayo de luz de realidad y un golpe de efecto para cuestionar aquellas verdades absolutas que se venden por todos los medios de comunicación o por los discursos populistas de más de un representante político.
El montaje es muy atractivo, construyendo un marco en el escenario que va quitando capas mientras se va introduciendo en el mensaje real del texto. Destacar especialmente el diseño y la estructura sonora minuciosos y detallados que aumentan exponencialmente la producción y que hacen inmersiva toda la experiencia. La disposición escenográfica ayuda a construir la narración con un equilibrio de ritmo perfecto hasta el último segmento, donde se produce un pequeño bajón. El último grupo pide una puesta en escena diferente que provoca una pérdida de ritmo que descuadra un poco todo el conjunto.
Emma Arquillué, Joan Esteve, Eudald Font, Pablo Macho Otero y Anna Roy van cambiando de piel en cada segmento y se transforman en aquel personaje que la narración necesita. Naturales, cercanos y con un humo ácido intrínseco, atrapan al público con sus interpretaciones. Font deja parada y sin aliento a la espectadora con su monólogo de guionista-humorista, con su creciente desesperación e intensidad, creando un vínculo potente por el cual no puede apartar la mirada de él.
Una producción que invita a ser comentada y analizada una vez se ha acabado y que permite dar alas a textos igualmente atrevidos y que se colocan fuera de la norma de la narrativa teatral.
