El nuevo montaje de la Bella Otero nos trae un magistral texto del francés Frédéric Sonntag donde, a través de la comedia y la ironía, reflexiona sobre el poder de los relatos o las ficciones para manipular a la población. El texto, escrito en 2012, sigue siendo más que vigente en el ambiente cada vez más conspiranoico en el que vivimos. Si ya en el 11-S y en la Guerra de Irak fuimos conscientes de cómo el poder construye enemigos públicos para controlar el relato y justificar acciones, es posible que tras la pandemia esta sensación de manipulación sea todavía más fuerte entre el público.
El montaje se compone de tres escenas unificadas por el hilo conductor del personaje de George Kaplan: una identidad ficticia colectiva que busca hackear el sistema, un mito construido desde el poder o un peligro público que desestabiliza el orden establecido, según quien lo vea. En cualquier caso, George Kaplan pone en escena el poder político del relato.
La primera escena se centra en el grupo de activistas que dan origen al fenómeno, haciendo una exquisita parodia del mundo asambleario. Después, llegamos a una Writer’s Room americana donde varios guionistas tratan de buscar la nueva serie del momento, sigue manteniendo el tono de parodia, pero el texto se vuelve más autoreferencial para reflexionar sobre el arte de construir historias. Finalmente, asistimos a la escena más distópica donde un grupo de todopoderosos tratan de mantener el orden establecido a través de una conversación que leemos proyectada en una pantalla. Los tres cuadros son interesantes, pero es cierto que el ritmo resulta un tanto descendente. Puede que, al arrancar la obra con un nivel de ritmo y comedia tan acertados, resulte más difícil mantenerlo después.
En cualquier caso, el retrato paródico de la sociedad actual, la reflexión tan conveniente para los tiempos que corren y las maravillosas interpretaciones de la compañía son razón suficiente para recomendar esta comedia y volver a verla una y otra vez.