El guionista y escritor John Vorhaus que ha publicado varios ensayos sobre el humor dice que, en esencia, “la comedia es verdad y es dolor”. Resulta evidente, sólo viendo los primeros minutos, que estas dos palabras han sido clave en la concepción de Generació de merda. Escrita y dirigida por Xavi Morató, la obra es el testimonio nacido de las entrañas de una generación frustrada que ha crecido rodeada de una abundancia ficticia y que, llegados ya a los treinta años, siente que ha perdido todo el que se le había prometido. Así, en forma de musical absurdo e irreverente, han plasmado la parte más precaria de la sociedad actual y el patetismo que rodea a los jóvenes. El espectáculo es dinámico, muy divertido y está lleno de ideas brillantes, entre las que destaca la originalidad de las canciones, con melodías pegadizas y letras de entrañable mala leche. Los actores han captado perfectamente el tono despreocupado y de entretenimiento puro que le va tan bien a la propuesta y, además, se hacen querer gracias a su carisma. No obstante, el argumento no se toma seriamente a él mismo (tampoco es lo que se pretende) y se deja pasar la opción más cercana a un estilo clásico de sitcom televisiva con que empieza para derivar hacia el disparate, el exceso y el despropósito, en una línea mucho menos interesante. Afortunadamente, la crítica al capitalismo salvaje, las nuevas tecnologías o la frivolidad de las relaciones entre los jóvenes (autocrítica, en este caso) mantiene altos los niveles de inteligencia de un recorrido que parece que no han sabido como acabar. En cualquier caso, toda esta carencia de respeto hacia la estructura de la historia y las convenciones narrativas no dejan de ser una posible consecuencia de sus influencias audiovisuales que, por generación, podrían ser Los Simpson, South Park y Dr. Slump y, por lo tanto, todo encajaría de alguna manera dentro del mismo discurso.
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