Instantáneas de la convulsión

Fum

20/12/2013

Muchos filósofos a lo largo de los siglos se han interesado por el malestar del hombre en cuanto que ser social y político, y sus problemas existenciales hacia la injusticia y el dolor de sus semblantes. En esta misma línea trascendental, Josep Maria Miró vuelve a agitar los pilares más básicos de la realidad que nos rodea con un total de once escenas inquietantes, incómodos e intencionadamente incompletas. El autor de El principi de Arquímedes sitúa a cuatro personajes (dos parejas) en el hotel de un país postcolonial y intencionadamente indeterminado en el medio de una revuelta ciudadana, para hacer una introspección emocional sobre la violencia. La agresividad afectiva de los protagonistas es evidente desde la primera escena. La necesidad de permanecer recluidos en este espacio ajeno los obliga a afrontar la naturaleza de sus conflictos y reinterpretar el sentido de sus vidas. El espacio, pues, y el punto de partida son los grandes aciertos de Miró y confirman su talento como dramaturgo, junto con la ambigüedad de los hechos que se mencionan y no vemos ni sabemos si han pasado realmente. Así, la verdad y la mentira (signos de identidad del autor) vuelven a mezclarse en este Fum (humo), sobre todo en el primer tramo de la obra, hasta hacer dudar el espectador, envenenado por las palabras del personaje de la gran actriz Carme Elias, como siempre, espléndida. Desgraciadamente, esta intensidad inicial no marca el camino del espectáculo. Poco a poco, el sórdido pistoletazo de salida nos conduce hacia unas escenas cada veces más confusas donde la delgada la evocación, la trascendencia y el peso de diálogos demasiado pesados que, finalmente, se acaban diluyendo en la nada como el humo (por cierto, brillante metáfora) que da título a la obra.

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