La road movie es un subgénero cinematográfico que es tan viejo como el cine, pero que se desmarca y obtiene una identidad propia entre finales de los cincuenta y los sesenta. En realidad se trata de películas en las que el argumento se desarrolla en el transcurso de un viaje. Serían unos buenos ejemplos del género Bonnie and Clyde, Easy Rider, Malas tierras, El diablo sobre ruedas o Thelma and Louise. Muchas veces acaban siendo las historias de una fuga, de una persecución o de una carrera sin fin. Lógicamente, en el teatro es muy difícil encontrarse con ejemplos del género, pero Fisterra es uno de ellos y Llegat –vista hace poco- sería otro de clarísimo.
De hecho, Fisterra juega con el género para acabar haciendo una especie de parodia. No deja de ser una comedia alocada, con personajes extremos y un argumento que utiliza el viaje como excusa para hablar de dos mujeres que se liberan, a su manera, de aquello que las tiene esclavizadas o sometidas. Un argumento que utiliza sus trampas y que se ajusta a aquello que más le conviene a los narradores, pero que también tiene partes bastante divertidas y momentos en los que se hace una parada para ponerse más explicativo y crítico. Hay que decir que la pieza tiene un humor especial, incluso muy particular y un poco negro, pero tengo que admitir que he reído bastante más de lo que esperaba.
Detrás de Fisterra tenemos a Ferran González, que conocemos sobre todo por musicales de pequeño formato como Pegados, Las chicas del coro o Lo nuestro estaba cantado. Su sentido del humor alocado y sin prejuicios se nota perfectamente en esta nueva obra, que defienden interpretativamente Marta Tomasa y Gemma Martínez (una de las actrices de Pegados). Las actrices se lo pasan a las mil maravillas dentro de su coche, único elemento escenográfico y auténtico catalizador de todos los problemas de los personajes.