Del buen momento del musical autóctono en nuestra cartelera, no hace falta volver a hablar porque ya se ha comentado suficientes veces la cantidad de oferta de espectáculos originales que se presentan ahora comparado con años atrás. La mayoría de formato pequeño, nuevos compositores y directores catalanes han demostrado que la diversidad temática con las melodías correspondientes de nuestra tierra no tiene mucho que envidiar en Broadway en términos de creatividad. Ahora bien, tenemos todavía pendiente hacer un gran musical que esté a la altura internacional. Sin ir más lejos, el emblemático Mar i cel no aguantaría el tipo si lo comparamos, por ejemplo, con Los miserables, con el cual tiene más de una similitud. Fang i setge es una propuesta muy parecida, en este sentido, al mítico espectáculo de Dagoll Dagom.
Basado en los hechos acontecidos en la ciudad de Barcelona en torno a 1714, apuesta por una épica bastante efectiva pero excesivamente seria. Sin ningún alivio cómico, su gravedad formal puede distanciar el espectador que no conecte emocionalmente con la temática. Estamos hablando de un montaje que quiere ser tan representativamente catalán que, incluso, tiene una canción dedicada al seny y la rauxa. Si no fuera por la profesionalidad de sus actores y la espléndida resolución técnica en todos los sentidos, momentos como éste, podrían parecer un gag de Polònia. Sin embargo, el argumento aguanta con eficiencia, manteniendo el interés durante todo su desarrollo y acaba para resultar un entretenimiento de calidad. Aunque algunas tramas y personajes nos son familiares, se consigue suficiente empatía para que nos importe aquello que les pasa. De este modo, gracias también al alto nivel vocal y de la orquesta en directo, puede llegar a impresionar. Los más fanáticos de Mar i cel, sin embargo, echarán de menos el barco.