Llegará un momento en que toda historia tenga su versión musical. Esto, en sí, no tiene nada de malo. De hecho, hay que aplaudir la valentía de los músicos y dramaturgos (sobre todo, del Off-Broadway) a la hora de ampliar las fronteras del género y buscar nuevos caminos. Excítame sigue la línea otras propuestas de temática deliberadamente oscura como Sweeney Todd, Bat Boy: The Musical o, incluso, piezas autóctonas como La vampira del Raval. Basada en un hecho real que inspiró la obra de teatro que, posteriormente, llevó a la gran pantalla Alfred Hitchcock como La soga (1948), la propuesta está llena de detalles escabrosos, diálogos enfermizos adornados con textos de Nietzsche y un suculento trasfondo de morbosidad. Sin embargo, tanto la dramaturgia y las canciones como la puesta en escena son cualquier cosa menos atrevidas o rompedoras. De estructura clásica narrada con flashbacks, la trama se centra en la historia de amor de los dos protagonistas que, una vez planteada, resulta algo previsible i plana. Musicalmente, se ha optado por una vertiente romántica y melancólica muy agradable de escuchar pero monótona en su desarrollo narrativo. Así pues, el espectáculo es interesante y sus actores hacen un trabajo correcto pero su prudencia respecto al tema que trata provoca un sensación de superficialidad innecesario. Consigue ser elegante, de acuerdo, pero estamos hablando de un montaje que podría haber sido fascinante y decide quedarse a medias.
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