Desde, básicamente, el impacto del teatro del absurdo, muchos autores y autoras han hecho propuestas interesantes sobre situaciones de espera donde el conflicto no es el motor narrativo sino el malestar existencial que la situación genera. Esplendor usa este recurso juntando cuatro personajes femeninos en un contexto bélico donde el protagonista ausente es un dictador en peligro ante el estallido inminente de una revolución. El texto de Abi Morgan está lleno de buenas ideas, empezando por el punto de partida, pero también de trampas estilísticas que el espectáculo no consigue superar. La reiteración, los saltos hacia atrás o los pensamientos pronunciados en forma de diálogo en voz alta son un arma de doble filo nada fácil de manejar que, en este caso, hieren de muerte a la obra. Carme Portaceli, que ha demostrado su solvencia como directora con piezas tan espléndidas como El President, parece que, en este caso, no acaba de encontrar la manera de llenar de fuerza emocional la frialdad de la historia. El montaje resulta demasiado lineal y, sólo con un esfuerzo intelectual, se consigue apreciar el valor de aquello que se nos plantea más allá del cierto aburrimiento que genera. Lo mejor, en realidad, acaba siendo el trabajo de una fantástica Míriam Iscla que pone toda su personalidad interpretativa a favor de un juego que, por momentos, parece que pierde de vista sus propias normas.
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