Bergman sentimental

Escenes d’un matrimoni

Escenes d’un matrimoni
18/04/2018

La puesta en escena de un texto como el de Escenes d’un matrimoni nunca es una tarea sencilla. Bergman es un creador áspero, intelectual, de una profundidad densa y un pesimismo nada complaciente al que no resulta fácil encontrarle el tono, sin ahogar al espectador de angustia en el intento. La directora Marta Gil ha optado, en este caso, por aligerar la historia como pinceladas de simpatía que, ciertamente, consiguen que la propuesta sea más digerible. El problema, sin embargo, es que estos toques de humor, en algunos momentos, banalizan su contenido que, por encima de todo, habla de una relación de pareja tóxica, dependiente e insana, con alcoholismo y maltratos incluidos. Por lo tanto, es ingenuo querer darle una mirada romántica o bondadosa a estos infelices protagonistas además de, finalmente, contraproducente. Por suerte, los dos intérpretes (Jordi Figueras y Anna Sabaté) hacen un trabajo espléndido, entregados emocionalmente a la causa y dotando de una entereza dramática a sus personajes que sostiene el interés y el sentido de la trama. Cuando la dirección del espectáculo conecta con las partes más oscuras de la narración, es cuando consigue los momentos más impactantes, emotivos y efectivos. También hay que destacar la verosimilitud con la que se desarrollan las conversaciones y la naturalidad de ciertos momentos que ayudan a dar credibilidad a un magnífico montaje que podría haber sido redondo si no hubiera sido por su forzado sentimentalismo.

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