Es interesante volver de vez en cuando a estos Entremeses de Cervantes, ya sea para recuperar la habilidosa utilización de la lengua castellana, para volver a disfrutar de tramas simples pero hirientes o para reencontrarnos con el espíritu del Siglo de Oro, un patrimonio que no puede caer en el olvido ni relegarse a pieza de museo. Está claro que el Teatro de la Abadía y José Luis Gómez entendieron muy bien todas estas premisas cuando decidieron enfrentarse con el clásico, ahora ya hace 20 años. A pesar del tiempo transcurrido, el espectáculo guarda intactas muchas de sus virtudes, siendo una de las más destacables la de acercar o emparentar este texto del siglo XVII con varios elementos de las tradiciones populares (instrumentos, canciones, indumentaria, etc.) Es cierto que estéticamente el espectáculo nos devuelve a los noventa -me vienen al recuerdo algunas propuestas de Comediants o Joglars de aquella época- y que dramatúrgicamente resulta excesivo juntar las tres piezas escogidas, tanto por la duración como por la repetición de tipos y elementos. Pero, sea como fuere, nadie puede negar a la propuesta su eficacia a prueba de bombas… y de años. Felicitamos, pues, al Teatro de la Abadía por su vigésimo aniversario, por la sabia recuperación de textos fundamentales en la historia del teatro y por la impronta e influencia que han dejado en los escenarios madrileños.
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