No hacía falta llegar hasta aquí...

En el estanque dorado

En el estanque dorado
06/12/2014

Cuando Mark Rydell decidió adaptar On golden pond al cine en 1981 sólo hacía tres años que la obra se había estrenado en Broadway, pero su tono y la manera de tratar el tema de la vejez se enmarcaban dentro de la tradición más rancia del teatro anglosajón: diálogos irónicos, humor mezclado con momentos dramáticos y una gran dosis de cursilería y sentimientos pasados de azúcar. La película evidenció también todos estos defectos, que para otros pueden resultar virtudes, pero un casting de infarto -se reunían por primera vez en pantalla Henry Fonda y Katherine Hepburn- consiguió convertirla en un éxito y le proporcionar diez nominaciones al Oscar. Un auténtico disparate. De todas formas, hay que tener en cuenta que eran los ochenta, una década donde convivían, sobre todo en términos artísticos, lo más moderno con lo más rancio…

La pregunta que me hago ahora, más de treinta años más tarde, es la siguiente. ¿Hacía falta recuperar una obra que ya estaba pasada de moda cuando se estrenó? Puedo entender que es una pieza de lucimiento para actores veteranos, y no hay muchas, pero si uno se enfrasca en una empresa como ésta debería tener en cuenta los tiempos que corren y hacer pequeños ajustes … sin miedo, y con la conciencia bien tranquila. No hace falta hablar de la pareja de patos que se besan con el pico, ni hay que saludar el lago con la mano como si los personajes fueran parientes de San Francisco de Asís … ya que al final uno puede tener la sensación de que en lugar de una obra de teatro seria está viendo un Power Point de puestas de sol y mensajes de autoayuda.

En cuanto a las interpretaciones, hay que decir que Lola Herrera y Ernesto Alterio muestran oficio y salvan muchísimos momentos tirando de profesionalidad y carisma, pero cuando deben interactuar con los otros actores -afortunadamente no son muchas escenas- la cosa se complica. En escenas trascendentes como la de la conversación entre padre e hija se descubren las intenciones por las palabras que se escuchan pero no por la actitud de los actores, y lo mismo ocurre con la conversación sobre sexo o en muchas de las que aparece el adolescente. No sé si es un error de dirección o es que cada uno ha ensayado por su parte, pero hacía años que no sufría por los actores en un montaje profesional… y aquí sufrí. Sabe mal decirlo, pero no era necesario recuperar esta obra ni poner a dos grandes nombres del teatro español en esta tesitura. Al final no se ha hecho ningún favor a nadie.

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