El debut como dramaturgo y director de Cesc Gay, un cineasta, por otro lado, con una filmografía de un talante bastante teatral, abre una tendencia poco habitual pero que puede dar lugar a propuestas muy interesantes y valiosas. Dicho esto, hay que remarcar que el director de En la ciudad no ha trasladado estrictamente su estilo cinematográfico a escena sino que ha optado por una línea más cómica y comercial. Els veïns de dalt es una obra muy divertida con un estilo que mezcla influencias de textos de Woody Allen o Yasmina *Reza con las obsesiones del mismo Gay. La historia explica las peripecias cotidianas de dos parejas durante una cena de hospitalidad donde todavía no han tenido la posibilidad de conocerse en profundidad. El espectáculo tiene un ritmo excelente, líneas de diálogo de verdad brillantes y un diseño de personajes muy elaborado. Quizás no nos encontramos ante una pieza tan compleja cómo, por ejemplo, ¿Quién teme a Virginia Woolf?, que también trataba de los límites de una pareja en crisis, pero sí de un ejercicio humorístico perfectamente válido, efectivo, sustancial e inteligente. Quizás, por instantes, los actores fuerzan demasiado los chistes (especialmente, Pere Arquillué) de unos diálogos ágiles que no necesitan este esfuerzo; pero, en cualquier caso, se trata de un montaje sensato, consciente de si mismo y que funciona a la perfección sin más pretensión que la de divertir, sugerir alguna reflexión que abra debate y regalarnos algunas frases especialmente inspiradas.
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