El equilibrio entre el drama y la comedia, a pesar de ser deseado por muchos dramaturgos y directores contemporáneos, no siempre resulta fácil de encontrar. Afortunadamente, de vez en cuando, aparecen piezas que despuntan por su mala leche, acidez y su trágico sentido del humor que nos divierten tanto como nos perturban de la manera más lúdica. Els tres aniversaris es uno de esos montajes que consiguen dar risa desde el magnífico patetismo de sus personajes y sus miserias sin renunciar a la parte más oscura de sus historias. El texto de la alemana Rebekka Kricheldorf ofrece una visión renovadora de Las tres hermanas de Chéjov donde el alcohol tiene un papel protagonista como también la frustración, el aburrimiento y un cierto vacío existencial. La propuesta es larga y puede resultar difícil, al principio; pero, según avanza, es inevitable acabar conectando con su cinismo al estilo del teatro de Edward Albee. La dirección de Jordi Prat i Coll es acertada en el ritmo y la intensidad a pesar de que, a veces, el tono se les escapa un poco de las manos. También acompaña al espíritu corrosivo del montaje una estética decididamente hortera donde los actores y las actrices parecen encontrar el apoyo para dotar de dinamismo todo el conjunto. Actual, fresca, interesante y atrevida, pocas veces la alta comedia y la idea del suicidio han formado un matrimonio tan bien compensado.
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