Adaptar los clásicos a la sociedad contemporánea es bastante habitual pero conseguir, además, que mantengan el espíritu e intenciones de su autor a pesar de añadir un gran número de referencias anacrónicas tiene su mérito. Esto es lo que ha hecho Jordi Prat i Coll, con gran valentía y una cierta desvergüenza, con esta divertida, alocada e inefable versión de Els jocs florals de Canprosa. En primer lugar, se trata de un sincero homenaje en Santiago Rusiñol y todo su universo literario, puesto que el montaje incluye un gran número de frases y textos extraídos de diferentes escritos del autor. En segundo lugar, de un entretenimiento simpático con alma de verbena que, fácilmente, consigue animar al público con canciones de Rocío Durcal, Nat King Cole o tradicionales catalanas. Finalmente, es una celebración del catalanismo en su diversidad, haciendo parodia y tributo al mismo tiempo, combinando barretines, castellers y cabezudos con boy escouts, canto coral y el sorteo de un jamón con una partida de Bingo en directo. En medio de este disparate, todas las piezas encajan, pensadas, además, a medida de los actores y actrices escogidos, en muchos casos, como el gran momento de lucimiento de Àngels Gonyalons con una canción melancólica. Quizás, en algunos momentos, el ejercicio resulta excesivo y se deja llevar tanto por sus ocurrencias que tiene dificultades para volver a la historia. Sin embargo, el conjunto es tan honesto, imaginativo y peculiar que su imperfección, en cierto modo, es parte de su gracia.
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